Existe una fina línea entre no decir la verdad y decir una mentira. Esto suele ser especialmente problemático en las relaciones de pareja. Por lo general, se suele decir que la sinceridad es clave para que una relación funcione, por lo que no se deben guardar secretos ni contar mentiras. Hay quienes piensan que no pasa nada por contar una mentira piadosa, pero también hay quienes consideran que mentir es pecado, y no en el sentido más bíblico de la palabra, sino que traiciona el vínculo de una pareja y se debe ser muy estricto en ese sentido.

Uno de los temas que suele traer cola es cuando te encuentras con una expareja. Si sucede en solitario, tienes dos opciones: contarlo o no contarlo. Por lo general, en caso de que lo cuentes, te expones a la posibilidad de que la otra persona no se lo tome del todo bien y surjan celos. Los celos se pueden llevar bien o mal, y hay gente que gestiona este asunto de manera muy brusca, por lo que evitar cualquier conflicto en ese sentido suele ser la mejor opción. Habrá quien piense que se está fracturando la base que sostiene la relación, la confianza que ambos depositan mutuamente para fortalecer su vínculo, pero nada más lejos de la realidad. Los celos pueden convertirse en un elemento irracional que rompe parejas, así que en ocasiones es mejor dejarlo pasar.

ocultar verdad POST

¿Pero y si en realidad sucede algo? Imagina por un momento que, en un momento de debilidad, tienes relaciones con otra persona y tienes que decidir si lo cuentas o lo mantienes en secreto. De nuevo, se han de plantear todas las consecuencias posibles, y valorar si va a ser peor el remedio que la enfermedad. Para ello, no hay nada como conocer a tu pareja y valorar cuál va a ser su reacción. Del mismo modo, hay personas que son más valientes y aceptan las consecuencias de sus actos, mientras que otras prefieren escurrir el bulto y evitar conflictos. Evidentemente, no se puede hacer una recomendación que se aplique para todos, ya que cada es un mundo, aunque sí se puede decir que el mejor consejo es no hacer nada que haya que ocultar, y entonces no habrá lugar a las preocupaciones.

Inevitablemente, la tradición cristiana coloca un gran estigma sobre la mentira, por lo que nos vemos empujados a contar la verdad. Parece que moralmente es siempre la mejor opción, pero también hay que valorar si en la práctica también lo es. En definitiva, es una cuestión muy personal y cada cual debe ser responsable de lo que hace…y de lo que no.