Los movimientos humanos son la expresión más notoria del mundo globalizado. Si bien las migraciones aparecen desde los inicios de la humanidad, los efectos económicos y sociales de la globalización, en la actualidad, no han hecho más que alentar el movimiento de personas.

En las últimas décadas la brecha entre ricos y pobres ha crecido sin cesar y por este motivo los movimientos se han intensificado.

Los movimientos migratorios han cambiado a lo largo del tiempo y en la actualidad, se han incrementado como consecuencia de la mayor conciencia de las oportunidades de vida en otras partes del mundo.

Dicha conciencia, junto con los notables progresos registrados en el transporte internacional, han dado lugar a una mayor movilidad de la población. Sin embargo, los progresos en la libre circulación de personas no han ido al mismo ritmo que la liberación del comercio de bienes y capitales.

Por lo tanto, el principal problema ecológico no es sólo el del paisaje, sino el de las grandes migraciones campo-ciudad, y sur-norte, y sus consecuencias en los hábitats deteriorados urbanos (no sólo en las periferias sino también en la tugurización de los centros urbanos).

El problema de la vivienda está inexorablemente unido a los movimientos de la población, a las formas culturales de usar los espacios, y a las economías locales, que a su vez dependen hoy más que nunca de los flujos internacionales de inversión.