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El consumo de agua crece en todas partes del mundo: se estima que dobla  cada diez años, haciendo indispensable el uso de métodos para purificar aguas residuales y desalinizar el agua del mar.

Resulta imperiosa la implantación de estas tecnologías en todos los rincones del planeta, pero el gran inconveniente es el gasto energético que implican, principalmente en los países en desarrollo.

Entre los tratamientos de purificación del agua destacamos la ósmosis inversa como uno de los más efectivos, llegando a una eficacia de 99% en retención de contaminantes.

En este proceso, se usa una membrana semipermeable para separar y quitar los sólidos disueltos en el agua. El agua pasa por la membrana por medio de presión hidráulica o evaporación térmica. Bacterias, virus, partículas en suspensión y pirógenos se eliminan.

Si bien se trata del método más usado actualmente en el mundo para purificar el agua, tiene un gran gasto energético, que se traduce en un importe de entre 0,68 y 0,90 dólares por metro cúbico. Actualmente, científicos de la Universidad de Harvard están estudiando una técnica nueva, variante de la ósmosis inversa convencional,  que promete reducir estos costos casi a la mitad.