gato problematico

Un gato, expuesto a determinados estímulos o que no ve atendidas sus necesidades, puede sufrir estrés. Las causas de estrés son variadas, normalmente está relacionado con enfermedades, miedo o un cambio en la rutina de la casa, provocado por la llegada de un nuevo niño o de otra mascota. Un gato puede sufrir estrés por la pérdida de su dueño.

El gato ansioso permanecerá nervioso, encogido en el suelo. El jadeo y la pérdida de pelo son otras respuestas frente al estrés. Un gato puede también volverse agresivo, arañando y mordiendo a su dueño. Normalmente existe una buena razón para este tipo de reacción: no se siente bien, puede estar respondiendo a la agresión de su dueño (sin que éste lo sepa), o puede ser agresivo y destructivo porque se aburre.

El gato puede marcar su territorio dentro de la casa si sufre estrés, provocado por cambios de su rutina diaria o por la llegada de otro gato a la casa. Habra que lavar la zona afectada para eliminar el olor y recriminar al gato sin violencia para que no se repita. Si ensucia el suelo o los muebles puede padecer problemas urinarios, por lo que habrá que consultar al veterinario.

El aseo nervioso es otra consecuencia del estrés, en estos casos lamen o mordisquean una zona determinada de su cuerpo sin razón aparente. Esto puede originar problemas cutáneos, y es posible que el veterinario recete terapia psicológica o algún tranquilizante al animal. Algunos gatos orientales, especialmente el siamés, pueden mordisquear lana u otros tejidos; puede tratarse de un retorno al comportamiento infantil como resultado del estrés.