Jeff Koons es uno de los artistas mejor cotizados de todo el mundo. El mundo del arte está lleno de excentricidades, y eso lo sabemos, pero nunca llegaríamos a pensar que una persona como Dalí, por ejemplo, pudiera estar valorado a tal nivel.

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A primera vista, Jeff Koons parece un tipo normal: podrías decir que es empresario, o director de algo. Pero es algo más que eso, porque es todo un artista. No es un excéntrico, ni tiene ese modo de vida bohemio. Simplemente se dedica al arte, como un profesor, o como un trabajador de una galería. Solo que él crea el arte. Se caracteriza por su arte pop, pero de grandes dimensiones. 

Son muchos los museos que intentan llevar alguna colección de este artista, pero no todo el mundo puede permitírselo: ¿tantos millones para esculturas que tienen forma de perritos hechos con globos? Pues sí, efectivamente. De hecho, uno de los museos más famosos del mundo, el Louvre, tuvo que cancelar una de las exposiciones previstas de Jeff Koons, porque admitió que no se podía permitir costear traer todas esas obras del americano.

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Aunque fue en los años 70 y 80 cuando alcanzó mayor controversia, a día de hoy algunos siguen sin entender el mundo del arte, y sin comprender cómo esa persona, puede llegar a acumular tantos millones por algo tan raro, y que igualmente es feo. Sí, y hemos dicho feo, porque una de las claves para comprender a Koon es el uso del kitsch, esos objetos que destacan por ser cutrecillos y totalmente hortera. Todo eso es lo que utiliza para sus obras: mucho dorado, conejos hinchables, esculturas de gatitos a gran escala o figuras de cerditos con ángeles. Y todo esto, señores, es lo que forma a un artista. Un artista que se llama Jeff Koons.