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Un museo es un valor cultural seguro. Hay varios tipos. Algunos curiosos como el Museo de Saleros y Pimenteros; otros, necesarios como el Museo del Mal Arte. Pero la imaginación humana no tiene límites y, además, parece no temer a nada. Por eso ha creado en la Isla de Wight, Inglaterra, el National Poo Museo, el Museo Nacional de la Caca. Tal cual.

Los interesados pueden visitar el zoo Sandown en la isla situada al sur del país. A pocos metros de los animales se encuentra una extensa colección de veinte piezas: desde deposiciones de bebé humano hasta heces de león, pasando por excrementos de paloma, zorro, alce o suricato; sin olvidar cacas fosilizadas de hace 140 millones de años. No se pueden oler ni tampoco tocar; los ejemplares permanecen protegidas en esferas de resina iluminadas para no perder detalle.

Esta muestra de lo escatológico abrió sus puertas al público en 2016. Fue fundado por el colectivo de artistas de Eccleston George. El día de la inauguración de este museo de la mierda se consideró más apropiado cortar un rollo de papel higiénico que tradicional cinta roja que se usa en todos los eventos.

Los responsables del proyecto, Nigel George, Dave Badman y Daniel Roberts, explican que la relación del ser humano con la caca es tan estrecha como compleja. Es objeto de deleite para los niños y, produce rechazo a medida que vamos siendo adultos. La finalidad del Museo Nacional de la Caca es romper con ese tabú que ha existido durante siglos.

Mostrar la importancia de la caca de una manera constructiva podría cambiar el concepto que se tiene sobre ella. Los creadores del museo de la mierda están convencido de que es una sustancia asombrosa. De hecho, investigaciones recientes demuestran que las heces pueden ayudar a detectar enfermedades como el cáncer de colón. Y ese es el camino que quieren explorar.

La idea de poner en marcha esta exposición fue de Roberts. Se encontraba de excursión con unos amigos por unas montañas en Suecia. Alguien pisó una caca que parecía ser de un lince. Por algún extraño motivo eso le fascinó. Trasladó su ilusión por crear un museo de la mierda al resto de sus compañeros. No se lo pensaron; se pusieron manos a la obra y, hoy en día, ya es una realidad.

La atracción permanece abierta durante los meses de primavera y otoño antes de hacerse itinerante. Su precio está incluido en el de la entrada al zoo. Si vas, no olvides visitar la tienda de suvenires, cuyo protagonista siguen siendo las defecaciones animales. Allí podrás adquirir réplicas en plástico de distintos tipos de excrementos y otros objetos escatológicos. Uno nunca debería olvidar una visita a un museo de la mierda.