Hace poco fuí a ver a la película que competirá por España en los Oscar, Los girasoles ciegos de José Luis Cuerda.

Antes que nada, quería hacer una reflexión sobre el cine español que me viene al caso por el gran éxito de esta película. Creo sinceramente, que la película de Cuerda llena salas de cine por la buena campaña publicitaria que se le ha hecho.

Estamos acostumbrados a que los productores de cine español no se gasten un duro en publicidad, y que sus films sean desconocidos, aunque sean buenos. Cuerda es un gran director, pero no tan importante para éste gran éxito: la clave es la publicidad. Y no digo esto como algo criticable, al contrario, es algo necesario para dar a conocer buenas películas, porque sobretodo, estamos hablando de una muy buena película.

Los girasoles ciegos tiene un guión excelente, que te deja enganchado a la butaca y que es bien merecedor de ser el último legado del genial guionista Rafael Azcona. Azcona nos ha dejado con un buen sabor de boca, y no por tratarse de una trama dulzona o con final feliz, sino por ser uno de esos guiones hilvanados a la perfección.

Las interpretaciones son fantásticas, todas y cada una de ellas. Javier Cámara sigue demostrándonos que es un actor polifacético que puede con todo. Maribel Verdú nos hace sentir todo lo que siente esta sufridora mujer. Y Raúl Arévalo nos trae un malo de esos muy malos que solo nos gusta encontrarnos en el cine.

Suelen decir del cine español que no sale de temas repetitivos como la Guerra Civil, y en cierta forma es cierto, lo interesante es encontrar que películas que se engloban en este tema recurrente, consiguen sobresalir. Los girasoles ciegos nos habla de una posguerra y un drama familiar como muchos de los que se vivieron en la época; de un país dividido por el odio y de gente escondida por sus ideas.