Seamos realistas: solo los entendidos disfrutan de los museos. El resto de los mortales, se tienen que contentar con ver un cuadro, pensar para sí mismo «es bonito», o «vaya bazofia», y seguir mirando hasta preguntarse si ya lo ha visto suficiente.  Y mientras tanto, odiamos a esos que sí que entienden el arte y están comentando la obra, sin que tú puedas captar ni gota.

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Por eso, se han inventado algunos museos que tienen la función de interesar, no a todo el mundo, pero al menos sí ser algo más comprensibles con las cosas que se exponen. Y uno de ellos es el Museo de las marcas, el empaquetado y la publicidad, que está en Londres. Efectivamente, el nombre suena de lo más absurdo, pero es lo que hay. Lo que ves es lo que obtienes, un museo de la publicidad.

Realmente, lo que puedes encontrar aquí son algunos productos que se han convertido en todo un icono de la publicidad, ya sea por su marca, por el arte en sí, o por cualquier otro excéntrico motivo. Por ejemplo, las sopas Campbell, que han sido objeto de inspiración para Andy Warhol, se pueden encontrar aquí.

Te resultará de lo más curioso, porque parecerá como si entrases en una tienda vintage. Hay posters por todos lados, productos viejos, y cosas de las que no podrías acordarte aunque quisieras. Puede que algunos objetos sean cosas retros, que aún podríamos encontrar en casa de nuestra abuela -y nos asalta el pensamiento de hacer un museo en casa de la abuela- pero no deja de ser mucho más interesante y cotidiano, para aquellas personas que siguen sin interesarse por la pintura, o las artes más famosas.

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Por supuesto, tiene una tienda de regalos, donde encontrarás algunos objetos pasados de moda, y otros no tanto, así como un pequeño salón de té, cosa que no podía faltar en ningún sitio de Londres.