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El impresionismo fue un movimiento que llegó a tener una gran importancia a finales del siglo XIX. Uno de sus artistas más representativos fue Monet, quien pintó unos espléndidos paisajes, pero sobre todo, una cantidad ingente -quizás excesiva- de nenúfares. De todos los colores, en todas las posiciones, con todos los tipos de clima… hasta que Monet se quedó prácticamente ciego.

Pero hubo un artista, que fue también muy famoso posteriormente, que podría haber sido calificado de impresionista. Era Georges Seurat, el representante de lo que se llamaría después, el puntillismo. La obra por la que es más conocido es «Tarde de domingo en la Isla de la Grande Jatte».

La división se produce cuando en 1886, se organiza una exposición impresionista, y algunos de sus artistas, como fue el caso de Pisarro, quisieron incluir la obra de Seurat. Sin embargo, pintores más consolidados y más acordes a la técnica impresionista, como Monet y Renoir, se negaron en rotundo, porque consideraban que el trabajo de Seurat era demasiado mecánico, algo que contradecía a las pautas básicas del movimiento impresionista, que intentaba «plasmar la impresión, el momento». 8018209742_5c41e9f7b6_z

Aún así, gracias al ímpetu de Pisarro, el impresionista de los caminos, se incluyó la obra en la exposición. Las críticas vendrían después, ya que las personas no supieron cómo ver el cuadro. A pesar de que la base teórica de la técnica divisionista era correcta -un punto amarillo al lado de un punto azul daría la impresión de crear el verde en el ojo del espectador-, la verdad es que los puntos eran demasiado grandes.

A día de hoy, y a pesar de haber expuesto con verdaderos impresionistas, a Seurat no se le considera como tal. Aún así, se le ha incluido en esa categoría parecida a un cajón de sastre, que llamaron «post-impresionismo», y realmente fueron algunos artistas que se inspiraron en el verdadero movimiento.