Muchos artistas siguen viviendo a través de sus obras. Pero si tenemos uno de esos objetos creados por ellos mismos, debemos tener en cuenta que hay que cuidarlos igual o más que a un hijo. Son, y pueden llegar a ser, de un valor incalculable. Así que hay que tomar ciertas precauciones para que no sufra daños, y en este caso, vamos a centrarnos más en las pinturas como obras de arte.

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En primer lugar, cuando nos llevemos la obra de arte de la galería, o de donde la hayamos adquirido, debemos supervisar el embalaje, y comprobar que no se ha dañado nada antes de meterlo al camión o a la furgoneta. Además, antes de que lo abramos en nuestra casa, es mejor saber dónde vamos a colocarlo, para ver la disposición y de la incidencia de la luz del sol, de la humedad y de otros factores.

En el caso de las pinturas, no deben exponerse directamente a los rayos del sol, puesto que si está pintado con acrílicos, podría llevarse los tonos de los colores originales. Lo mismo ocurre con el calor. Hay que alejar las pinturas de las fuentes de calor, como radiadores o estufas.

A medida que pasa el tiempo, nos daremos cuenta de que hace falta limpiarla, porque se le está acumulando el polvo. Aunque lo que vamos a decir puede responder a las leyes de la lógica, para algunos no resulta tan lógico: está terminantemente prohibido, limpiarlo con agua, porque evidentemente, destrozaríamos la obra. Lo ideal es pasar un pequeño cepillo, con cerdas blandas.

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Por último, hay que pensar en el mantenimiento del marco, y de lo que no es la pintura en sí: el bastidor, y la tela. Si la obra está expuesta en lugares húmedos, hay que tener cuidado, pues puede llegar a ser el hogar de bichos como termitas y insectos que viven en la humedad.