Muchos pensamos que el mundo funciona a base de enchufismos y demás. Sin embargo, a veces queremos no pensar tan mal, y preferimos pensar que todo va bien. En los programas de televisión también hay mucho de eso. Hasta en el más insospechado, como ocurre en «La Voz».

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No sé si os acordáis de Trinidad Amador, que fue concursante de la segunda edición. Pues bien, la concursante, que estaba en el equipo de Rosario, ha denunciado a Boomerang TV, la productora del programa, por favoritismos y amaños. Lo explicó el pasado mayo en «La voz libre». Trinidad afirmó que el programa estaba lleno de favoritismos, y que casi todas las decisiones ya se habían tomado con antelación, en función del concursante que mejor les caía.

«Se rieron en mi cara, me despreciaron, me insultaron y me amenazaron», completó la exconcursante. Aseguraba que había escuchado, antes de ir a rodar el programa, que Estela Alvarado, que era la concursante a la que se enfrentaba, era la que se iba a quedar en el programa, y que ya lo estaban celebrando. Cuando la hermana de Trinidad les preguntó cómo sabían que iban a ganar, esas personas les dijeron que ya habían elegido el vestuario para el siguiente programa. Al escuchar eso, solo sintió ganas de llorar. Y si es verdad, sería lo lógico.

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Y no solo eso: Se decía que había de por medio hojas con caras de los concursantes, totalmente tachadas, ya antes de cantar. No sabemos cómo va  a evolucionar este trámite judicial, pero por si acaso, no deberíamos fiarnos de lo que vemos y oímos. ¿Pensabas que todo era así de espontáneo en la televisión? Pues parece ser que no.